viernes, 21 de enero de 2011

me

Supongo que hoy es el día. El día de estar ñoña, y de dar un repaso a lo que ha sido mi vida.
Y es que me paro a pensar en cada una de las cosas que he hecho, en cada una de las cosas que no he hecho y que me han conducido a ser lo que soy ahora. A tener lo que tengo ahora, y a haber perdido un montón de cosas por el camino. ¿Pero sabes qué? Arrepentir puede que me arrepienta de muchas cosas, pero soy feliz. 
. Quizás haya un montón de baches día a día. Tal vez incluso los haya que son enormes y parecen imposibles de atravesar pero... No. Nunca es imposible.


Desde que tengo uso de razón he sido yo misma. Sé que he cambiado, mucho no, muchísimo desde que empecé a recorrer este camino. Que las circunstancias me han cambiado, y que la vida me ha ido enseñando e instruyendo en este camino, largo y difícil. Pero eso nos pasa a todos.


Creo que he crecido como persona con cada bache, con cada piedra, con cada dificultad que me ha ido apareciendo a lo largo de lo que he andado, y sé que me queda mucho por aprender, mucho por vivir, y mucho por madurar. Pero no me importa. Eso significa vivir. Aprender.


Han pasado muchas personas por mi vida, quizás a veces demasiadas. Y se han marchado otras muchas, tal vez no para siempre. Pero lo que sí sé, es que todas aquellas que conservo ahora no quiero perderlas. Cada una de las personas que están a mi lado me hace grande a su manera, y me enseñan día a día como ser mejor persona. Y quizás algún día esté a la altura que me gustaría, y quizás algún día seré la persona que quiero ser.


No hay metas imposibles, ni inalcanzables. Simplemente hay metas que tardan más en llegar, que son más difíciles de conseguir. Pero nada es imposible.


Y lo que quiero, lo que quiero es encontrar una persona que de verdad valore lo que soy. Cómo soy. Que de verdad le guste por mí, y por mis detalles. Quiero que le encante como soy, que me mire como si solo existiese yo en el mundo, y fuese la persona más maravillosa que existiese. Porque aunque no lo soy, me gustaría serlo para alguien.
Quiero que me mire, y se quede embobado escuchándome porque le encanta que al explicar gesticule tanto.
Quiero que se fije en cada detalle, en cada mirada.
Quiero volver a sentir que soy importante para alguien, y qué ese alguien para mi es él. Especial, único.


Tal vez lo tuve en su momento, pasó mi tren. Ese tren que tan solo pasa una vez, y decidí bajarme en una estación cualquiera, cegada por la impaciencia. Y ya nunca más volverá a pasar el tren para mí.
Aún así, después de caminar hasta la siguiente estación me he quedado esperando, a ver si pasa algún tren. Y sino tendré que continuar caminando.


Pero.. Soy feliz.

martes, 28 de diciembre de 2010

Cuento de "El camino de las lágrimas"

Martín había vivido gran parte de su vida con intensidad y gozo.
De alguna manera su intuición lo había guiado cuando su inteligencia fallaba en mostrarle el mejor camino.
Casi todo el tiempo se sentía en paz y feliz; ensombrecía su ánimo, algunas veces, esa sensación de estar demasiado en función de sí mismo.
Él había aprendido a hacerse cargo de sí y se amaba suficientemente como para intentar procurarse las mejores cosas. Sabía que hacía todo lo posible para cuidarse de no dañar a los demás, especialmente a aquellos de sus afectos. Quizás por eso le dolían tanto los señalamientos injustos, la envidia de los otros o las acusaciones de egoísta que recogía demasiado frecuentemente de boca de extraños y conocidos.
¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer?
¿Soportaba él mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual?
¿Cómo armonizar estos sentimientos de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores?
¿Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma?
Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron.
Quizás debía irse. Partir. Dejar lo que tenía en manos de los otros. Repartir lo cosechado y dejarlo de legado para, aunque sea en ausencia, ser en los demás un buen recuerdo.


En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente, podría empezar de nuevo. Una vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria.
Debía tomarse el tiempo de reflexionar sobre su presente y sobre su futuro.
Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte.
Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba.


En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez. 
Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí.


- Por un peso te alquilo el catalejo.


Era la voz de un viejo que apareció desde al nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra tendida hacia arriba reclamaba su moneda.
Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la dio al viejo que, desplegó el catalejo y se lo alcanzó.
Después de un rato de mirar consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella.
Algo le llamó la atención. Un punto dorado brillante intensamente en el patio del antiguo edificio.
Martín separó sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.
- Qué raro - exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
- ¿Qué es lo raro? -preguntó el viejo.
- El punto brillante -dijo Martín-, ahí en el patio de la escuela -siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía.
- Son huellas -dijo el anciano.
- ¿Qué huellas? -preguntó Martín.
- Te acuerdas de aquel día... debías de tener siete años; tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. Él había perdido el dinero y lloraba a mares -contestó el viejo. Y después de una pausa siguió-: ¿Te acuerdas de lo que hiciste? Tenías un lápiz nuevecito que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste el lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y el diste el nuevo lápiz a Javier.
- No me acordaba -dijo Martín-. Pero eso ¿qué tiene que ver con el punto brillante?
- Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida.
- ¿Y?
- Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros -explicó el viejo-, las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas...


Volvió a mirar por el telescopio y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio.


- Ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con un ojo morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado.


Martín miraba la ciudad.


- Ese que está ahí en el centro -siguió el viejo- es el trabajo que le consegusite a don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica... y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez...; las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volviste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él.


Apartó la vista del telescopio y sin necesidad de él empezó a ver cómo miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad.


Al terminar de ocultarse el sol, todo el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas.


Martín sintió que podía regresar sereno a su casa. Su vida comenzaba, de nuevo, desde un lugar distinto.



¿Quién no se ha sentido alguna vez cómo Martín? Con ganas de cambiar de sitio solo para poder empezar de nuevo, para empezar siendo lo que siempre habías deseado ser.. 
A veces no nos damos cuenta de que ya somos eso que queríamos, y tiene que venir alguien de fuera a recordarnos que no somos tan malos como creemos..

viernes, 17 de diciembre de 2010

La vida es cuestión de suerte

Todo en esta vida se limita a la cantidad de suerte que tengas. A veces gastamos nuestra suerte en cosas que no merecen la pena, y ya nunca más volvemos a recuperarla. Y otras no la utilizamos pensando que vendrán tiempos peores en los que la necesitaremos en cantidades industriales.


Creo que en esta vida la suerte, cómo la mayoría de las cosas.. Se va reemplazando a medida que crecemos. Quiero creer que voy a tener suerte, aunque pienso que la gasté toda cuando decidí caminar este camino tortuoso, peligroso y largo. 


Los días en los que te levantas sobada no, lo siguiente. Pero consigues esbozar una sonrisa en la cara. Esos son los grandes días, los que prometen mucho. Y los que te demuestran mañana a mañana que la felicidad está a tan solo un paso. Que esa felicidad está en las pequeñas cosas: en un mensaje, en un par de palabras bonitas un día determinado, en un abrazo, en una sonrisa..
Solo hay que saber mirar. Tan solo hay que saber apreciar todo aquello que tienes a tu alrededor, y sin lo que tu vida no sería lo mismo. 


:)

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Sonrisas y lágrimas?

Todas las lágrimas que un día derramé, todas.. han quedado olvidadas. Guardadas en mi baúl de los recuerdos junto a tantas otras cosas.
Porque un día decides volver a nacer, y dejarlo todo atrás. Y ese nueva vida comenzó este lunes, 22 de noviembre. 
He decidido cambiar la forma de ver las cosas. No sé si para mejor o para peor, el tiempo lo dirá. Pero el caso es que estos tres días han sido diferentes. Es una semana más, pero sin embargo yo no la estoy viviendo como una más. La estoy disfrutando. 
Estoy apreciando cada uno de los momentos: buenos, malos, no tan malos, no tan buenos.. Y estoy apreciando cada una de las cosas. 
Me estoy dejando olvidado el orgullo, igual que todo el daño que me causaron en su día. Porque hay veces que la gente te demuestra que es mejor vivir, dejarse llevar, que simplemente intentar controlar todo y pensar que lo que pasó te puede volver a pasar.
Quizás me esté dejando olvidado también un poco el miedo, el miedo a sufrir y al fracaso. Pero no me importa, quiero olvidarme de todo eso y si sale mal, aprenderé otra vez de los errores, de los míos y de los demás. Y me reinventaré, otra vez. Porque es lo que tengo que hacer!


Voy a disfrutar, porque me lo merezco. Y punto :)




Y contigo este camino es todavía más fácil :)